19 de noviembre de 2013

El amor en tres tangos


Al principio, todo es bonito. Viene el Morocho del Abasto, se manda "El día que me quieras" y parece que el amor es una forma de acceder al paraíso terrenal, sin contraindicaciones; el camino a un mundo fabuloso donde florecerá la vida y no existirá el dolor:

Pero pasa el tiempo y uno se empieza a dar cuenta de que esto no es como parecía. El paraíso es efímero y engañoso, un espejismo. Uno se desengaña una vez, dos, tres, y ya empieza a ver que la cosa no va a resultar como la pintaban. No obstante, uno se lo toma con humor, igual que Alfredo Piro, Morgado y compañía, y sigue esperando ese caballo ganador que lo devuelva a la casilla de partida:

Finalmente, aparece un avispado como Julio Sosa, un hombre curtido en mil batallas, y te desasna: esto no tiene arreglo. Por más que lo intentes, vas a terminar arruinado, receloso, sin corazón:


Epílogo
Y cuando, ya totalmente desesperanzado, te sentás a esperar que pasen las horas, sin ánimo ni para matarte (porque ni el tiro del final te va a salir), volvés a escuchar la voz de Gardel, el mismo que te hizo creer en pajaritos cantando y rayos misteriosos, diciéndote ahora que da pena venirse para abajo, derrotado y para viejo:

No hay comentarios.: