19 de octubre de 2012

Clarín miente, ¿y?

Ok, supongamos que, efectivamente, «Clarín miente». ¿Entonces? No leas Clarín, no veas las televisiones ni oigas las radios de su multimedios. Ya está.

Clarín solo es un problema si consideramos que las personas (o la gente, o el pueblo, o el vulgo, o las clases medias tinellizadas, o como se las quiera llamar) son imbéciles y se dejan engañar con facilidad. Y que solo el Padrecito Estado (y sus apóstoles de 6-7-8) las puede salvar del mal. O de El Mal.
La concentración mediática es un asunto importante, pero no es ni de lejos el más grave. En Estados muy rígidos, con medios únicos controlados por el gobierno, las personas se las ingenian para informarse, para separar la paja del trigo. Los acontecimientos de la reciente primavera árabe dan algunos ejemplos de ello. Y en otros países, donde los medios privados son pocos y concentran poder, las personas también se las ingenian para pensar por su cuenta (Chávez ganó sus primeras elecciones en Venezuela con todos ‒o casi todos‒ los medios privados abiertamente en su contra).
Si a ello le sumamos que el consumo de medios tradicionales se desplaza cada vez más por la influencia de Internet, el peso de grupos mediáticos como el de Clarín es cada vez menor[1].

La única forma para conseguir que un multimedios no sea fuerte consiste en que las personas sean lo suficientemente avispadas como para no tragarse cualquier cosa que el multimedios le diga. Y eso no se consigue con leyes antimonopolio ni con ataques sistemáticos desde el Estado, sino con una buena educación. Una educación racional, que desde la primaria enseñe a cada uno a pensar por sí mismo, a discernir, a leer entre líneas, a analizar y desmenuzar todo lo que oye y lee. Que explique que todo lo que alguien dice, lo dice desde un lugar y con una intención. Que nada es gratis en la vida.
Claro que si dejamos la educación en manos de los medios (como en buena parte de Estados Unidos), y si permitimos que la información se convierta en entretenimiento (o en infotainment, como le dicen) entonces estamos perdidos, condenados a vivir rodeados de personas convencidas de que Dios creó al mundo en siete días, de que Bin Laden y Sadam Husein planearon juntos lo de las Torres Gemelas, y de que Obama es musulmán y comunista.

Dejémonos de hinchar las pelotas con Clarín y concentrémonos en lo que realmente importa (la pobreza estructural, la pauperización de la clase media, la todavía dolarizada economía, la inflación, la debilidad del «modelo» económico que depende de una soja cara y de la caja de Anses, etc.) y que Clarín siga siendo lo que fue siempre: un diario bastante malo[2].
                                                                    
Parafraseando a los toltecas, es verdad, es así, así es, está averiguado, y sí por sí, y no por no.



[1] Y si, además, añadimos que casi todos los medios que no son Clarín se parecen cada vez más a copias del Boletín Oficial o a la Cadena Nacional, la situación no parece amenazar mucho a la posición del gobierno.
[2] Al que, por cierto, dejé de leer tiempo atrás, mucho antes de que los Kirchner siquiera soñaran con pasar de ser un tándem político servilmente menemista a convertirse en mesiánicos salvadores de la patria.

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