14 de abril de 2010

Autorreferencial


Spindizzy
Cargado originalmente por Julikeishon en Basel
“Eso mismo fue
lo que yo le pregunté”
Joaquín Sabina, Círculos Viciosos



Dice Vladimiro Marrón: “Las enciclopedias son como las enciclopedias.” Y no añade nada más. ¿Qué pretende decirnos Marrón con su clásico estilo provocador? ¿Qué verdad nos está revelando esta vez?
    Algunos (W. Polidoro, 1999) creen que el filósofo argentino pronunció su aforismo influido por la corriente de pensamiento conocida como pop-philosophy americana, en términos de Robert Uranga. Esta escuela filosófica es famosa por sentencias como “When you gotta go, gotta go” o “A man’s gotta do what a man’s gotta do”. De gran proyección mundial, la influencia de la pop-philosophy americana llegó a Europa y, en particular, a Austria, donde se desarrolló por primera vez lo que Uranga denomina Teorema de la Vida y que dice así: “Life is life [na na na na na]”* (R. Uranga, 1997).
    Pero esta interpretación de la sentencia marroniana es una simplificación taxonómica, un intento reduccionista por encasillar el pensamiento libre de Vladimiro Marrón en una corriente filosófica determinada, cuando es bien sabido que éste jamás adscribió a dogmatismo alguno.
    Por tanto, es más probable que Marrón esté denunciando de forma breve e implacable la imposibilidad de generar conocimiento nuevo a través del saber enciclopédico. Me explico: la circularidad de la proposición no es azarosa ni una demostración de que Marrón se quedó sin sinónimos, sino un efecto deseado. La obviedad de la sentencia nos deja estupefactos y enseguida pensamos: “Esto no nos aporta nada”. Sí y no.
    Por una parte, es cierto que sabemos que las enciclopedias son como las enciclopedias, precisamente porque son enciclopedias. En ese sentido, la frase de Marrón, efectivamente, no aporta nada.
    Pero, a su vez, desde un punto de vista metalingüístico, comprendemos que la sentencia dice algo más acerca de las enciclopedias: la circularidad antes expuesta es una ilustración de la verdad enciclopédica, esto es, de la autorreferencialidad inherente a la obra enciclopédica. Cada entrada de la enciclopedia remite, a su vez, a otras entradas de la propia enciclopedia y así indefinidamente hasta que, de pronto, el círculo puede volver a cerrarse como el “Canon per Tonos” de Bach (en la Ofrenda Musical, y denominado por D. Hofstadter como “Canon Eternamente Remontante”) o la Cascada de M.C. Escher (D. Hofstadter, 1979). La serpiente se muerde la cola y uno queda atrapado en la autorreferencialidad de la enciclopedia, de la que es imposible que surja algo nuevo o distinto a lo que ella misma contempla. Así, si buscamos la palabra “enciclopedia” en una enciclopedia, y vamos recorriendo las referencias cruzadas (enciclopedia remite a “saber”, a “ciencias”, a “obra”; y estas entradas a su vez remiten a otras, etc.), a lo largo de un largo recorrido volveremos a encontrarnos en la entrada de “enciclopedia”. Ahora bien, ¿qué ocurre si hay algo que no alcanzamos a comprender y que, en nuestro divagar circular por la enciclopedia, queda sin aclarar? El aformismo de Marrón, precisamente, ilustra esta aparente aporía, ya que si no sabemos lo que es una enciclopedia, no entendemos la frase; o, mejor dicho, la entendemos del mismo modo que entenderíamos una frase como la siguiente:

    “Los Fjapopolutyzzx son como los Fjapopolutyzzx.

    Nada por aquí, nada por allá. Si no añadimos un saber externo a la enciclopedia, ésta puede tornarse completamente inútil.
    Pero Marrón no sólo ataca a la enciclopedia, sino que emplea a ésta como la encarnación del saber dogmático, escolástico, establecido. Marrón está ilustrando al común de los mortales el Teorema de Gödel y sus consecuencias para el pensamiento del siglo XX, y que aún hoy sigue siendo objeto de debate intelectual. Marrón nos dice en seis palabras que desconfiemos de las escuelas, los libros, las bibliotecas, las revistas científicas, los sabios, los eruditos, los divulgadores, la prensa, los maestros, los profesores, los doctores, los títulos, los créditos, los reconocimientos, los premios, el establishment, el complejo militar-industrial, el Anteojito y el Billiken. Porque allí no está el saber, sino sólo un registro de obviedades.

    Aunque también es probable que Vladimiro Marrón haya querido decir que las cosas son como son y que no tiene sentido seguir dándole vueltas al asunto. Pero, en ese caso, no deja de despertar nuestra curiosidad: ¿cómo son las cosas? Y aquí volvemos al punto de partida, pues la respuesta no está en las enciclopedias.

Juan Pedro Soco Urtizberea

* La sentencia fue popularizada mediante un ingenioso juego de palabras por el conjunto austríaco Opus, en el que se reemplazaba uno de los términos de la tautología ("life", que no debe confundirse con "life") por el vocablo "live", obteniendo así "Live is life [na na na-na na]".

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