4 de abril de 2010

Lasciate ogni speranza



Cargado originalmente por My Buffo
“Estoy completamente convencido de que en alguna parte del mundo está esa persona que siempre necesitamos: un maestro, un gran amigo, un verdadero amor… Pero también estoy seguro de que las probabilidades de encontrarla son cercanas a cero.”
Vladimiro Marrón

    ¿Es Vladimiro Marrón un pesimista? ¿Acaso el solitario filósofo ha perdido ya la fe en la humanidad, en la amistad, en el amor? ¿O es tal vez sólo realista, alguien que no está dispuesto a dejarse engañar por los cantos de sirena del azar y los millonarios premios de la lotería?
    Vladimiro Marrón nos invita a creer. Su profunda convicción es un canto a la esperanza, a no darse por vencido, a insistir contra viento y marea porque, pese a todo, esa persona especial (el maestro, el amigo, el amor) nos espera en algún lugar del Universo. Ello hace aflorar lo mejor que hay en nosotros: la alegría de vivir, las ansias de superación, la ilusión, la templanza, el valor, la imaginación, el tesón, la entrega…
    Sin embargo, y aunque no lo afirme claramente, Marrón también exige prudencia, moderación e, incluso, desaconseja el esfuerzo: si lo más probable es que jamás hallemos lo que buscamos, ¿para qué molestarse? ¿Por qué mejor no ahorrar el dinero dilapidado día tras día en números de lotería que, al cabo de nuestras vidas, podría convertirse en una fortuna? Marrón nos está insinuando que, tal vez, es mejor alegrarse si el azar nos favorece, aunque no es sano esperar que lo haga.
    La sentencia de Vladimiro Marrón es, en definitiva, un canto a la desesperanza, a la desesperación. Lo que buscamos existe, está allí, quizás delante nuestro, o a nuestras espaldas, pero (con casi total seguridad) no lo veremos nunca. Es un paraíso terrenal del que hay fotos, relatos, pinturas, loas y alabanzas, pero del que no hay mapas, huellas ni indicaciones en el camino. Es una maldición que se cierne sobre la humanidad y que hace aflorar lo peor de nosotros: la tristeza, la melancolía, la frustración, el abandono, la cobardía, la parálisis, la misantropía e incluso, en algunos casos documentados, la antropofagia.
Juan Pedro Soco Urtizberea

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