Para salvar el encuentro, la periodista y escritora Amanda Manganetti propuso modificar la pregunta inicial de esta manera: “¿Tienen las aseveraciones de Vladimiro Marrón un carácter profético?”. El erudito Juan Pedro Soco Urtizberea (que sólo pasaba por ahí) indicó que aquella pregunta, si bien distinta, implicaba a la primera y, por tanto, conducía al mismo atolladero. El psicoanalista César Luis Bailevsky sugirió entonces abordar el problema en otros términos: “¿Es el yo de Vladimiro Marrón, como alteridad y origen perpetuo de alteridad, que figura y se figura, es al figurar y al figurarse, el ello de ellos?”, planteó. Pero los representantes de la corriente psicoanalítica lacónica desacreditaron la fórmula de Bailevsky por críptica y elitista, y presentaron en su lugar una que decía así: “¿Es Vladimiro Marrón un superyó?”.
Alguien creyó encontrar, de este modo, el camino correcto hacia la conclusión del asunto, al entender que superyó es sinónimo de superego, que a su vez suena parecido a superhéroe y que, por tanto, bien puede ser asimilado a profeta. De aquí que, si se demostraba que Vladimiro Marrón era un superyó, podía concluirse automáticamente que era un profeta.
A partir de entonces y a lo largo de las cinco jornadas que duró el congreso, los intelectuales se dedicaron a debatir este razonamiento. Finalmente decidieron descartar la que, para entonces, habían denominado “supervía para la determinación de la profetidad marroniana” debido, principalmente, a un desencuentro entre quienes creían que “superyó” debía escribirse con tilde y quienes afirmaban que debía transcribirse sin ella y con un guión intermedio (es decir, “super-yo”).
El congreso se disolvió sin llegar a ninguna otra conclusión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario