El asunto se titula de la siguiente manera: Hallan la estrella más cercana al agujero
negro central de la Vía Láctea. En un programa de radio matinal, de estos
de información general, presentan el tema con un informe plagado de
explicaciones reduccionistas que te dejan como estabas antes y luego, para aclarar
más el tema, llaman a un experto (el responsable de un observatorio). El
periodisto de turno empieza la entrevista así:
‒¿Por qué el Universo
se sigue expandiendo de forma infinita? [sic]
El experto, paciente y probablemente acostumbrado a escuchar
preguntas de esta guisa, responde lo que buenamente puede y, en un gesto de
grandeza que lo honra, halaga al estúpido del entrevistador diciéndole “esa es
la pregunta del millón, o la del Premio Nobel”. Menciona algo sobre la “energía
oscura” y luego elude seguir por ese camino indicándole al entrevistador que el
tema da para seguir investigando durante décadas.
El periodisto, no conforme con su primera jugada, insiste
con otra preguntonta:
‒Sin embargo, todavía
no sabemos de dónde venimos y adónde vamos. [¿sin embargo con respecto a qué?]
El experto, absorto pero con un gran saber estar, insiste en
que no es una pregunta de fácil respuesta. Añade que “aunque la supiéramos [a la respuesta] seguro que no la
podríamos contestar en unas pocas líneas”. Después introduce de manera muy
general algunos conceptos básicos sobre el Big
Bang y nuestra ignorancia sobre la materia que constituye el Universo.
El periodisto continúa con alguna pregunta algo más lógica,
encaminada a la divulgación (por qué se construyen observatorios en desiertos,
etc.), pero le dura poco. No puede con su genio y suelta:
‒¿Otros universos son
posibles?
El experto indica que “por definición, la palabra Universo
es todo, por eso tenemos que hablar de UN Universo”. Luego aclara que, cuando
los astrónomos hablan del Universo, hablan del “Universo observable”, es decir,
una esfera centrada en la Tierra y con un radio de 14.000 millones de años luz
(lo más lejano que actualmente se puede aspirar a observar de manera directa).
A continuación, en una brillante analogía con los ciclos
económicos, el periodisto pregunta si el Universo se puede “comprimir” y si hay
“fases de expansión”. El experto, amablemente, no lo descarta. El periodisto
prosigue en su línea:
‒Si todo sigue como
va, parece que dentro de 5.000 millones de años el Sol nos va a absorber.
El experto indica que eso es bien probable y luego explica
en qué consiste una estrella, qué procesos se desarrollan en su interior y por
qué el Sol absorbería a la Tierra. No obstante, añade al final de su exposición:
“Pero estoy seguro de que nuestra civilización se va a encargar de destruirnos
antes de que eso ocurra”. A lo que el periodisto responde (como si la última
frase no hubiera existido):
‒Me tranquiliza y
mucho saber que es 5.000 millones de años.
Resignado, el experto dice “sí, las escalas astronómicas
siempre son muy, muy grandes”.
Esto, que parece un chiste o un escenario exagerado y
esterotipado sobre la imbecilidad periodistiquil y las enormes falencias en la
divulgación de noticias científicas que tiene el periodismo actual, es un hecho
real.
Esto ha pasado y nosotros lo permitimos. El periodisto se
llama Manolo H.H., la víctima (el experto) es Xavier Barcons y el programa de
radio es El día menos pensado de
Radio Nacional de España.
Y si no me creen, visiten
este enlace mientras esté
disponible.